jueves, 5 de marzo de 2009

Perder (fragmento)


Perder. No es cierto que yo no hubiera imaginado que podía perder. No fui de esas niñas felices que se sorprenden cuando sobreviene el dolor. Había perdido a mis padres, había perdido mi casa, había perdido mi mundo y todo lo que una persona puede perder sin perder la vida antes de los cinco años. Después todo fue no desbarrancarme y sobrevivir. Cada vez que conocía a alguien, cada vez que me sentía irremediablemente comprometida con alguien, imaginaba cómo sería la vida sin esa persona. Proyectaba posibles abandonos o muertes violentas y practicaba sumergirme en esa sensación de pérdida hasta comprobar una vez más que sobreviviría (...)
Perder. El haber perdido algo siempre oculta la esperanza de volverlo a encontrar. Sé que todos hablan de mí en murmullos compasivos y toleran mis silencios y mis distancias porque "perdí a mi hijo" (...)
No podía imaginar nada peor que la incertidumbre de no saber dónde estaba mi hijo (...) Solía leer compulsivamente los testimonios de los padres desesperados cuyos hijos habían desaparecido (...) Cuando leía sus historias siempre me agarraban accesos de llanto, abrazaba a mi hijo hasta quitarle el aliento, y dejaba que mi marido, con su paciencia infinita, me consolara.
Ahora sé perfectamente que hay algo peor que la inceridumbre: la certeza. Yo sé dónde está mi hijo, sé cómo está. Está bajo tierra en su pequeño cajoncito. Y está muerto. No existe ninguna esperanza de volverlo a encontrar, porque no está perdido (...)

(Raquel Robles)