jueves, 6 de enero de 2011

La invención de Hugo Cabret (fragmento)


(...) Estaba rompiendo el día y el viejo juguetero acababa de abrir su tienda, cuando Hugo se acercó por el vestíbulo.



-Estaba seguro de que vendrías hoy -dijo volviéndose hacia él.



Se metió la mano en el bolsillo, sacó un pañuelo con las esquinas atadas y se lo ofreció. Hugo abrió los ojos de par en par, esperanzado; pero cuando cogió el pañuelo comprendió lo que le había entregado el viejo.

Mientras desataba los cabos se le formó un nudo en la garganta, y las lágrimas se agolparon en sus ojos.

Hugo palpó las cenizas y dejó caer el pañuelo que las contenía. Se tambaleó: sus planes, todos sus sueños se habían deshecho como aquel puñado de cenizas.

De improviso se abalanzó sobre el viejo, pero él fue más rápido y le agarró los brazos para detenerlo.



-¿Por qué te importa tanto ese cuaderno? -preguntó mientras sacudía a Hugo-. ¿Por qué no quieres decírmelo?



Hugo se echó a llorar y, mientras de debatía para desasirse de las manos del hombre, se dio cuenta de algo extraño: también él parecía tener lágrimas en los ojos. Hugo se preguntó por qué estaría llorando el viejo juguetero.



-Vete -susurró este, soltándolo-. Márchate de aquí, por favor. Ya ha acabado todo.

Hugo se enjugó las lágrimas con una mano llena de ceniza que le dejó la cara surcada de churretes negruzcos. Luego se dio la vuelta en redondo y echó a correr (...)

(...) Se dirigió a la cantina y se sentó a una mesa para saborear el café (...) Cuando volvió a agarrar la taza, vio que sobre la mesa había aparecido un papel doblado. Miró a su alrededor, pero no había nadie cerca que pudiera haberlo dejado allí. Hugo desdobló la hoja lentamente.

Decía así: Te veré en la librería que hay al otro lado de la estación.

Nada más.

Pero entonces dio vuelta al papel y vio otra frase escrita: Las cenizas no eran de tu cuaderno (...)

(BRIAN SELZNICK)